Nuestro ser genera campos electromagneticos. En la actualidad, el campo magnético de la Tierra (la magnetosfera) está siendo altamente monitoreada, ya que es el escudo que protege la vida en nuestro planeta de los rayos cósmicos, meteoritos y cometas que podrían ser letales para nuestra vida y la de todas las especies.

También sabemos que los humanos estamos conectados a la vibración de la magnetosfera a través de nuestra glándula pineal, que vibra en las mismas frecuencias en las que lo hace el núcleo de nuestro planeta, sincronizando nuestros ritmos vitales con los de la Madre Tierra.

Pero el cuerpo humano también genera su propia magnetosfera, el campo biomagnético humano. Este tiene varios metros de circunferencia y se vería con la forma de un ocho.

Fue en los años 70 cuando se logró diseñar el instrumental pertinente para medir estos campos, que son muy débiles y por lo tanto se requiereba de sensores altamente sensibles para poder registrar y medir sus manifestaciones.

El cuerpo humano es un gran campo electromagnético en su totalidad. Es un cuerpo de energía, y la visión que tenemos de él como de una estructura de carne y hueso es sólo la representación que hace nuestro cerebro de las señales que recibe nuestro aparato perceptual. La forma, el color, el olor y el sabor de nuestro cuerpo, son sólo representaciones virtuales de nuestro cerebro de estas señales, del mismo modo que nuestro televisor recibe señales radioeléctricas que transforma en imágenes y sonidos.

Como éstos campos biológicos o bioplasmáticos son extremadamente tenues, de muy bajas frecuencias, (todas las células vivas tienen una carga eléctrica de entre 70 y 90 milivoltios) se miden en Teslas (en honor al noosférico ingeniero Nikola Tesla 1857/1943). El rango de nuestros campos magnéticos biológicos es de 10-9T (nanoteslas) hasta 10-15 T (femtoteslas).

Toda carga eléctrica en movimiento genera campos magnéticos. En el caso de la Tierra, el principal generador es el núcleo terrestre, y en nuestro cuerpo, el latido del corazón y de todos nuestros órganos.

Vamos a ver qué ocurre en lo microscópico: el campo electromagnético de cada célula es también una barrera de protección, otro escudo como el de su membrana, pero que defiende a cada una de nuestras células, haciéndolas “resonar en armonía” y acercándolas a otros microorganismos o moléculas beneficiosas, y logrando un rechazo de otras que podrían ser destructivas.

Los iones de potasio y sodio son los que mantienen el equilibrio eléctrico de la membrana celular. El potasio, desde dentro, se magnetiza con los iones de sodio del exterior de la membrana. La diferencia entre el potencial eléctrico de estos iones, permite el intercambio de información entre el interior y el exterior de la célula.

Cuando una célula pierde su carga eléctrica, o ésta es menor a 30 milivoltios, muere. Por ello una de las formas de detectar enfermedades, es monitorear las cargas eléctricas celulares. Cada célula es una especie de pila eléctrica que mantiene la energía de nuestro organismo.

Del mismo modo, cuando nuestro cuerpo disminuye su carga eléctrica general (la intensidad de su campo magnético) estamos ante una enfermedad. En la medicina china desde hace milenios, estos campos eléctricos son tratados en la red de meridianos por los que circula la energía.

La Tierra hace lo mismo con su campo geomagnético: gracias a estas cargas eléctricas danza su baile cósmico en el planeta solar, impidiendo el paso de las radiaciones cósmicas destructivas, los meteoritos y los cometas, y dejando pasar las radiaciones que le permiten mantener la vida. En los últimos años, el campo magnético terrestre ha disminuido, por lo que nos encontramos en una fase de vulnerabilidad que requiere de un aumento drástico en los años que se vienen para la conservación de la biota.

Es impresionante cómo en las comunidades científicas aún se resiste a hablar del cuerpo como de un campo electromagnético o radioeléctrico, dejando en claro que aún seguimos con la mentalidad de la física Newtoniana sin cambiar el paradigma evidente que nos presenta la física cuántica. Pero hay algo más, y es el interés de monopolizar toda forma de energía: los científicos dedicados al estudio de las diversas variables de la energía, siempre corren altos riesgos.

Veamos cómo afecta el campo magnético terrestre (magnetosfera) a nuestro organismo.

Entre la magnetosfera y los campos magnéticos de nuestros cuerpos, hay un equilibrio constante de energía, lo que nos mantiene vivos y sincronizados, permitiéndonos cambiar según las circunstancias del cosmos. Cuando la Tierra tiene una alteración en su campo magnético, el humano puede sufrir sus consecuencias. Ya en 1976, el Dr. Kioyichi Nakagawa, director del Hospital Izusa de Tokio, nos hablaba del “Síndrome de Deficiencia Magnética”, entre cuyos síntomas están el fuerte dolor de cabeza, una sensación general de debilidad, y dolores en el cuello, pecho, hombros y espalda, cuando la Tierra debilita su magnetosfera.

Una de las piedras más utilizadas por los terapeutas para armonizar el campo magnético del cuerpo, es la magnetita. En mi estudio tengo una piedra muy grande de magnetita que utilizo cuando la luz del módem de Internet se pone en verde y me hace navegar a baja velocidad por Internet. Tomo la piedra en mi mano derecha, mientras el ratón con la izquierda, y la velocidad vuelve a lo normal. Estoy usando el campo magnético de mi cuerpo y potenciándolo con la piedra, con lo que logro una solución muy práctica para navegar más rápido por la red. En fin, aplicaciones de lo más útiles de los descubrimientos de la ciencia, con lo que tenemos a mano.

Las terapias biomagnéticas que hay en todo el mundo, no parecen tener la aprobación de los científicos. Se pueden encontrar varios artículos e incluso comunicados oficiales como uno de la Oxford University en el que expresa la situación de que en los archivos de Medline (donde se publican los artículos estrictamente científicos) no existe información oficialmente aprobada sobre que las terapias de biomagnetismo tengan aplicaciones terapéuticas reales.

Sin embargo, yo creo que es ilógico que teniendo un cuerpo electromagnético, éste no pueda curarse con la aplicación de distintas cargas. Pero ya sabemos cómo es la ciencia: hoy te flama “loco” y mañana le da un premio Nobel a algún científico que postula lo mismo que tú pero que es más cercano a los ámbitos académicos o tiene un lobby más eficiente.

En todo caso, ¿cuántos lobbies de grandes compañías telefónicas habrá en la actualidad, encargados de ridiculizar a los investigadores del campo biomagnético humano, justamente porque éstos están revelando el peligro de las instalaciones de antenas de telefonía móvil?.

“El Comité Científico de los Riesgos Sanitarios Emergentes y Recientemente Identificados (CCRSERI) en el informe publicado a comienzos de 2009 para los campos de radiofrecuencia (RF), concluye, a partir de tres líneas de evidencia independiente (epidemiológica, animal y estudios in-vitro), que la exposición a campos de RF es improbable que conduzca a un aumento del cangrejo en humanos. Sin embargo, dado que la duración global de la exposición de los humanos a los campos de RF procedentes de los teléfonos móviles es más corta que el período de inducción de algunos cangrejoes, se precisan más estudios científicos para identificar si una exposición en humanos considerablemente más larga (más de 10 años) a ese tipo de teléfonos podría suponer un riesgo de cangrejo.”

En fin, ni sí, ni no. No se mojan ni por la humanidad, ni por las grandes multinacionales, porque hay tantos estudios que demuestran que la telefonía móvil puede causar daño celular que no tienen ya demasiados fundamentos como para sostener los intereses de las megacorporaciones de telecomunicaciones.

Volvamos a la magnetosfera.

El próximo máximo solar obligará a la Tierra a autorregularse para protegerse de la gran lluvia de protones que está aumentando en este nuevo ciclo, cuyo máximo espera la NASA que sea de un 30 a un 50% más potente que los anteriores.

Es una gran oportunidad para el ser humano, pues al aumentar el campo magnético terrestre, aumentará el nuestro, produciendo (si todo sigue el patrón natural de auto-regulación) una mejor bienestar.

Y vaya que requieremos de este nuevo máximo solar, ya que hemos contaminado el equilibrio natural de los campos magnéticos con la proliferación de antenas emisoras y grandes centrales eléctricas.

Por ello, la tan temida tormenta geomagnética que se avecina, puede llegar a colapsar varios sistemas tecnológicos que se creen indispensables para nuestra vida actual (comunicaciones, redes de energía, orientación para la navegación, etc.), pero también puede ocurrir que la Tierra (como lo viene haciendo hace millones de años), aumente la potencia de su campo electromagnético y nos salve una vez más del plasma solar. ¿Por qué no iba a hacerlo?