Vamos a ver los siete pecados capitales relacionándolos con los 7 planetas antiguos, indicando cuáles son las repercusiones de la actividad moral (la aplicación de las normas) de los hombres sobre sus cuerpos físicos. El desorden que plantamos en una vida nos lo encontramos interiorizado en nuestro organismo en vidas siguientes. Veamos pues los males físicos que cabe esperarse de los males morales expresados por nuestra personalidad.
LA IRA MARTE
La ira es un pecado marciano y se debe a una posición excesivamente relevante de Marte en un horóscopo. Cuando Marte impone su ley en el mundo mental, el individuo tiende a organizar su vida con un excesivo e inpertinente rigor. Todo funciona a su alrededor como en un cuartel, al toque de trompetas, de modo que no es extraño que los compañeros de vida del iracundo sean gentes con vocación de soldados o, mejor dicho, auténticos siervos capaces de soportar la disciplina impuesta por un Marte preponderante en el mental.
El primer efecto oculto de la ira en la vida del individuo será pues el de proporcionarle un marido, una esposa, unos amigos y compañeros netamente inferiores, que no han de aportarle esa tensión sin la cual ninguna experiencia es posible. Cederán ante él y, sin encontrar resistencia, el colérico avanzará como ese ejército que, al no encontrar enemigos, se adentra en tierras extrañas, mientras la guerrilla hace su ley a sus espaldas. En el mundo de los sentimientos, que es el escenario natural de Marte, su excesivo protagonismo lo radicaliza todo, transformando los quieros en furiosa fuerza y concediendo una importancia excesiva a lo que deberían ser sencillas apetencias del alma.
El individuo empeñará entonces todo su ardor en conseguir algo que en sí es irrisorio, al igual que esos soldados americanos en el Vietnam que sacrificaban vidas para conquistar una colina que abandonaban luego por inútil una vez conquistada. Bajo el impulso de la ira, la vida se convierte en una auténtica caricatura, pero una caricatura sangrienta o, en todo caso, no exenta de dramatismo.
El segundo efecto oculto de la ira será pues el de orientar al individuo hacia conquistas vanas, el de lanzarlo a empresas que él considerará sublimes, pero que provocarán la mofa de sus contemporáneos. Por otra parte, todas sus relaciones se establecerán según el criterio de amigo-enemigo, como en la evento, y de su vida desaparecerán los matices y con ellos se esfumará también su sensibilidad para apreciarlos, todo transcurrirá en un blanco-negro radical y poco acorde con la realidad.
En el mundo físico, Marte rige el hierro que, por su oxidación, produce el calor pertinente a la vida y, bajo forma de hemoglobina, aporta el color rojo a la sangre. El excesivo protagonismo marciano produce un exagerado de calor en el cuerpo, manifestándose a menudo en forma de granos, furúnculos, fiebres, ruptura de vasos sanguíneos, hemorragias internas y externas. Ese dramatismo interior se proyecta al exterior dando lugar a circunstancias dramáticas, a situaciones límite.
La ira destruye o limita considerablemente el horizonte humano, haciendo que el interesado viva experiencias gran guiñolescas que le impiden apreciar los matices y descubrir el auténtico sentido de la vida; porque lo que le ocurre en el exterior capta hasta tal punto su interés, que deja muy poco espacio para la introspección, lo cual le impide contactar con su ser trascendente. Lo positivo de este mal es que todo el mundo lo reconoce, incluso el que lo padece, cosa que no ocurre con otros defectos, que el individuo puede negar. Si lo reconoce, le será más fácil encontrar el remedio.
Al tratarse de un exagerado de energías marcianas, la ira desaparecerá si la persona se dedica, conscientemente, a actividades marcianas como puede ser la práctica a tope de un deporte, la gimnasia, el excursionismo, el alpinismo, y también las actividades de tipo creativo, ya que Marte está muy conectado con la creación a cualquier nivel. La ira puede encontrar igualmente un cauce positivo ahí donde la malestar está institucionalizada, como puede ser una carrera militar o en la policía, en el cuerpo de bomberos o bien trabajando como cirujano, enfermero, practicante, etc.
La ira repercutirá en una próxima vida creando un destino muy accidentado. La persona sufrirá eventos, quemaduras, puede ser víctima de delincuentes o individuos tristes, y en su propio cuerpo sufrirá hemorroides, hernias, cortes, y será propensa a los envenenamientos sanguíneos. Las deformidades corporales, las monstruosidades, las amputaciones de miembros y las desencarnaciones violentas suelen ser secuelas de una existencia vivida bajo el imperio de la ira.
QUE INTERESANTE YAIS 😉
Pablo Eduardo Ibáñez López
eso esta excelente