No se sabe con seguridad cuándo aparecieron los espejos en la vida del hombre; lo cierto es que se encuentra desde la más remota antigüedad, en los mismos albores de la Humanidad, cuando todavía no existía la Historia, tan sólo oscuros recuerdos, relatos y leyendas fantásticas. Se han encontrado espejos en todas las civilizaciones, en América, Asia, África y Europa.
Aunque para este siglo materialista el espejo sea tan sólo un objeto de uso corriente en nuestro aseo diario, para aquellos hombres además tenía una finalidad religiosa y mágica, y se utilizaba de muy diversas formas.
Los primeros espejos son casi todos de metal (oro, plata, bronce, latón, cobre, acero) y en algunos casos de obsidiana, que es un vidrio natural de origen volcánico de color negro o verde muy oscuro. Es muy probable que los primeros espejos de cristal fueran los fabricados por los romanos.
Simbolismo del espejo
El simbolismo del espejo es muy complejo y variado, y veremos tan sólo algunos aspectos a lo largo de este estudio.
Se ha dicho del espejo que es símbolo de la imaginación o de la conciencia, ya que tiene la capacidad de reproducir los reflejos del mundo visible en su realidad formal. Scheler y otros filósofos lo han relacionado con el pensamiento, pues es en el vehículo mental donde se produce la autocontemplación y reflejo del Universo. Es en este sentido en el que el espejo se relaciona con el simbolismo del agua reflejante y el mito de Narciso.
También aparece con frecuencia en leyendas y cuentos infantiles convertido en mágico, ya que es capaz de proyectar imágenes que ocurrieron en el pasado o que ocurrirán en el futuro, o simplemente ver en el presente lo que está sucediendo a mucha distancia. Pero sobre todo, el espejo mágico dice la verdad, pues él tan sólo refleja lo que ve, sin las máscaras o escudos que los seres humanos nos ponemos para protegernos; ellos tienen la cualidad de ver el alma tal como es. Esta característica es propia de los espejos de mano, que en China están relacionados con la felicidad conyugal y tienen cierto poder contra las influencias diabólicas.
Además de relacionarse con el agua, también lo hacen principalmente con la Luna, precisamente por su condición reflejante y pasiva, pues reciben las imágenes como la Luna la luz solar. Los mejores espejos son los que se realizan con plata, metal consagrado a la Luna y del que los antiguos creían que era producido por los propios rayos de ésta. En el templo de Coricancha (Cuzco) había un santuario consagrado a la Luna, recubierto totalmente de plata. Así, el espejo y la plata aparecen relacionados con todas las diosas lunares, ya que forman parte de sus atributos y emblemas.
Los espejos son símbolos mágicos de la memoria inconsciente (como los palacios de cristal). El cristal, como parte integrante de los espejos, se une a su simbolismo de autoluminosidad, de visión interior perfecta y de pureza. En la Alquimia el cristal simboliza la perfección espiritual. Pero es la transparencia la que hace que el cristal exista y no se vea, a la vez que deja ver a su través, convirtiéndose en un intermediario entre el mundo visible y el invisible, y por tanto en una base simbólica de la sabiduría, la adivinación y todas las facultades y poderes misteriosos del hombre.
El espejo en la magia
Una de las diosas que se sirven de su espejo mágico es la egipcia Isis. Recordemos que en el mito Osiris es el hermano-esposo de Isis, el cual será despedazado por Seth y sus fragmentos esparcidos por el mundo. Gracias a sus artes mágicas y con la ayuda de su espejo, Isis localizará los pedazos de Osiris para poder recomponerlo y devolverle la vida. Este espejo se encuentra en la barca de Isis o barca lunar (la Luna), y en él quedó impreso el flamado Ojo de Horus, que es signo de videncia, espiritualidad y poderes ocultos, equivalente al Ojo de Dangma hindú. El Ojo de Horus es el Oudjat, el ojo de la visión justa, y se relaciona con el flamado Tercer Ojo, el cual despierta la clarividencia en el hombre.
Los espejos negros -confeccionados con obsidiana- quizás sean uno de los elementos más relacionados con la Magia. Estos espejos se fabrican en la provincia india de Agra, en el Tibet, en la China y también en Egipto, de donde parece ser que los introdujeron en México hace muchos miles de años los antecesores de los actuales mayas. Según la tradición, cuando desembarcaron los españoles, el Rey de los quichés ordenó a sus sacerdotes que consultaran el espejo para saber el destino del país.
Los romanos también emplearon espejos negros de obsidiana. Así por lo menos lo afirma Plinio respecto del procedente de Etiopía, y parece que se empleaban particularmente para adosarse a las paredes. «La imagen que reflejan estos espejos -dice Plinio- parece una sombra, en la cual se ven los rasgos del objeto, pero no los colores: es una representación más bien oscura del objeto».
Los espejos y la adivinación
Donde más han destacado los poderes de los espejos es en el arte de la adivinación. Según el sentido vulgar de la palabra, adivinar significa conjeturar lo que se ignora; pero el verdadero sentido etimológico de la palabra es divinari, es decir, ejercer la divinidad. Los dos signos de la divinidad humana, o de la humanidad divina, son las profecías y los poders. Ser profeta es ver por anticipado los efectos que existen en las causas, es leer en la luz astral; hacer poders es obrar valiéndose del agente universal y someterle a nuestra voluntad.
Parece ser que Nostradamus, según cuenta la leyenda y las tradiciones orales, utilizaba una bola de cristal de cuarzo para ver el futuro y de esta forma confeccionar sus profecías. Los instrumentos de adivinación no son otros que los medios de magnetizarse a sí mismo y de distraerse de la luz exterior, para estar atentos únicamente a la luz interna.
Vemos que el nombre de «Espejo Mágico» es una denominación genérica donde los instrumentos de adivinación no son solamente espejos, sino que pueden ser bolas de cristal, copas de agua, perlas, piedras preciosas, etc.
Si cada objeto se puede convertir en un espejo mágico es porque el Alma universal misma es el verdadero espejo en el que la vida cósmica entera viene a reflejarse. Y puesto que todas las almas humanas no son sino parcelas de este Alma universal, cada una de ellas es en sí misma un espejo. De lo que se deduce que hay dos tipos de clarividentes o adivinos: aquellos que encuentran el espejo mágico en sí mismos -es su alma aquella en la que vienen a reflejarse todos los acontecimientos del universo-, y aquellos que tienen la quieras de un espejo mágico material, y por tanto exterior a ellos.
Los espejos y los espíritus elementales de la naturaleza
Los espejos se hallan relacionados principalmente con los elementales del agua. Entre los más pequeños están los que viven en la espuma del mar, que servían a los Magos que podían leer augurios en la reflexión de la luz lunar o Camino de Plata de la luna llena sobre el mar. Los tritones, que forman parte del séquito de Neptuno, responden al Trino Poder del Reflejo del Logos sobre el Gran Espejo o Cristal Negro de origen Terrestre e ígneo, guardado en Thule para la corona del Rey del Mundo. Las ninfas son expertas en encantamientos, metales mágicos y piedras preciosas en el seno de las cuales se pueden ver cosas lejanas, pasadas y futuras. Algunos del aire, como los elfos, gustan de la luz reflejada en los espejos no muy pulidos.
Hemos visto la relación de los espejos con la imaginación, con la Luna, con la plata, con el agua, pero además se relacionan con la psiquis o astral de la naturaleza y el hombre. El espejo es una «puerta» a esa otra dimensión que es el mundo astral; de ahí proviene la tradición europea de dar la vuelta o tapar los espejos cuando ha ido alguien recientemente, para evitar su regreso o para que no les robara su alma. Los pueblos antiguos pensaban que el alma humana radicaba en la sombra o en la imagen reflejada en el agua o en un espejo; quizás sea por eso por lo que los vampiros no se reflejen en los espejos, pues no tienen alma.
El mundo de lo cotidiano está lleno de circunstancias mágicas o prodigiosas que habitualmente desatendemos o no escuchamos. Una nueva mirada a los objetos de nuestro hogar y de nuestra vida cotidiana, y no sólo a los espejos, nos descubriría un universo oculto de fascinante riqueza interior.