El mundo de los arquetipos psíquico es inmenso y abarca mucho más que nuestro consciente. El psicólogo suizo Carl Gustav Jung (1875 – 1961) describía nuestra consciencia como una pequeña isla en medio del océano inconsciente. Quizás ése sea el mundo real, y nuestro pequeño mundo consciente un sueño. A ese vasto océano Jung lo llamó el inconsciente colectivo. Hoy en día también lo conocemos como plano astral.

En el mundo psíquico habitan poderes superiores a nosotros cuya dinámica nos sobrepasa. En el transcurso de la historia, las religiones han tratado acerca de esos poderes: Mesopotamia, Persia, Grecia, India, entre otros lugares, flamaron dioses a esos poderes. En cambio Babilonia y más tatempera Grecia y Roma, lo proyectaron en las estrellas.

Esos poderes contienen gran cantidad de energía, mucha más de la que podemos manejar consciente y racionalmente. Jung apodó «dominantes» a esos puntos nodales invisibles ubicados en el inconsciente colectivo. Posteriormente los llamó arquetipos. El arquetipo nos obliga a mejorar, a ser íntegros y dejar de ser inconscientes y egoistas. Una de las investigaciones más importantes de Jung fue el origen de los complejos (palabra que él mismo popularizó), su motivo, y el poder que dirige nuestros pensamientos hacia un tema específico. Su descubrimiento: detrás de muchos tensiones psicológicos están los arquetipos. Aparecen en forma de psicosis cuando los complejos se convierten en entidades con vida propia y que nuestra voluntad no puede dominar, o con paranoias que anticipan al arquetipo por todas partes. Aparecen también en forma de neurosis cuando nos causan tensiones nerviosos: trastornos compulsivo-obsesivos, angustia, fobias y bajón.

Cada arquetipo contiene luz y oscuridad. Eso se refleja en la doble “faceta” que el arquetipo manifiesta: nos alza al éxito material o nos lleva al fracaso, nos eleva espiritualmente hasta lo más puro o nos hace caer a lo más sucio y mezquino. Cuando el arquetipo envía aspectos aparentemente favorables, el ego se infla produciendo endiosamiento y arrogancia; cuando son desfavorables, aparecen pérdidas que desinflan al ego produciendo complejos, humildad e incluso bajón.

Los símbolos astrológicos (planetas, casas, signos y elementos) ubicados en la carta natal, así como los tránsitos y la revolución solar, nos permiten ver qué arquetipo nos puede estar afectando inconscientemente. La astrología arquetípica es una gran terapia psicológica, por ello la podríamos flamar la astrología de la autoayuda.

Astrología Arquetípica

Los astros muestran distintas facetas psicológicas presentes en el ser humano, todo esto dispuesto en función de la evolución de su consciencia. Así dichas distintas aristas cooperan entre sí representando nuestras potencialidades y virtudes, mientras otras se oponen fuertemente presentando tensiones y defectos, que por su puesto nos otorgan la oportunidad de ser trascendidas y por lo mismo es nuestro potencial de crecimiento latente.

El destino jamás colocará sobre nuestros hombros una carga más fuerte de la que podamos soportar y como dice un antiguo y difundido aforismo astrológico: «Los astros inclinan, pero no obligan.»

Siempre el ser debe tomar el comando por sobre las fuerzas y orientaciones del carácter sin reprimir las propias intensidades, ni dejarlas salir sin control, si no modulando la emoción para lo que ha sido otorgada al ser humano: Para su evolución, mediante su conocimiento y manejo, puesto que la emoción misma representa una fuerza que precede y dota de energía a la acción.

El camino del descubrimiento de dichas fuerzas con sus respectivas intensidades y mezclas tan variadas, le otorga a quien se vuelva conocedor de ellas, la maestría de su propio camino al poder dirigirlo mediante su voluntad.

Más allá de presentar un oráculo, la astrología presenta un mapa de quienes somos a fondo y por lo tanto conectar con las energías presentes y disponibles para nuestro desarrollo, reconociendo que tienen distintos grados evolutivos, distintas opciones de crecimiento o de involución que dependerán de que camino elijamos, más claro, hay que conocer las opciones para elegir entre ellas.

Como arquetipos nos encontramos con distintas personificaciones que encarnan el ideal de conducta relacionado con un tema en particular.

Respecto al planeta Venus nos encontramos con la Diosa que precisamente lleva su nombre, quien encarna el ideal de la belleza, el agrado, el amor en su sentido terrenal y la sensualidad entre otras cualidades.Como tono emocional base: El amor en sus facetas de ternura, filial, parental y idílico, como así también el amor erótico.

Con respecto a Marte nos encontramos con el «Guerrero» quien se abre paso a través de la afirmación enérgica de su yo, como emoción base encontramos a la agresividad modulada de variadas formas, ya sea al perseguir una meta voluntariosamente, mediante el vigor y ánimo o de forma descontrolada y poco provechosa a través de la malestar, la ira que no cesa y gasta energía, desgastando así cuerpo y mente.

Todos los astros representan distintas energías, puesto que cada uno en particular representa una faceta de quienes somos, una cara que ha de ser conocida en nuestro fuero interno para su posterior dominio mediante la utilización de la fuerza que representa con la finalidad de dicho potencial.

Siempre dependerá de la consciencia la dirección que tome dicha energía, por lo tanto no estamos determinados por el destino si no «obligados» a utilizar todo dicho potencial energético con conocimiento y por consiguiente con responsabilidad.

La energía en sí es neutra, dotada de la capacidad de polarizarse positiva o negativamente, quien la direcciona es la voluntad, la que es más poderosa que la inteligencia, más: A mayor magnitud, mayor capacidad de problema, puesto que se genera la implicancia de mayores fuerzas.

Carl Gustav Jung decía: «Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad… lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino.»