Tener a Sagitario en la oficina es una delicia. Es posible que de vez en cuando se le caiga una pila de carpetas o que derrame el café sobre la correspondencia lista para despachar, pero ¿que importancia tienen esas pequeñas torpezas en alguien tan alegre y bien dispuesto?

No es quejoso ni llorón; adopta una actitud positiva, tan entusiasta y optimista como era usted mismo cuando entró en la empresa, ¿recuerda?

La diferencia esté en que él seguirá siendo así hasta que se jubile; eso es parte de su naturaleza.

Sagitario jamás hace las cosas a medias.  Normalmente, el Sagitario típico le llevará la delantera, y no tendrá sin duda el menor inconveniente en hacérselo notar: la humildad no es uno de sus atributos más conspicuos.

Suele recubrir con un tenue velo de modestia el orgullo de su ego, pero atisbando por debajo de él, verá usted una persona que confía en sí misma y está generalmente muy realizada de sí.

A veces puede parecer indiferente y descuidado, pero no por eso se deje usted llevar del grave error de subestimar la relampagueante intuición de Júpiter y sus no pocas veces brillantes procesos mentales.

Habrá veces en que usted no tenga idea de adónde va, ni de dónde ha estado, y otras en que se preguntara si de veras es tímido o si simplemente está ganando tiempo para esos planes que está cocinando en la olla a presión de su mente.

En otros momentos no le quedará ningún margen para la duda; será tan directo que le dejará espantado con su franqueza. Poco habrá de pequeño en sus gestos, sus ideas o sus acciones. Los errores que comete son grandes, enormes, y de apuestas enormemente desiguales obtendrá descomunales ganancias.

La curiosidad de Sagitario puede ponerle a uno los nervios de punta. Jamás se quedará realizado con recibir instrucciones, querrá saber cuál es el porqué de sus órdenes y la razón de sus métodos.

Si considera que su lógica es razonable, no le escatimará su aprobación sincera, pero de lo contrario, es probable que sea usted quien se acobatempera ante su evaluación igualmente franca de los fallos que el Arquero encuentre en sus procedimientos.

Eso, antes que usted eche mano de todos sus talentos y se enoje. Lo primero puede ser una precaución muy necesaria cuando se trata con Sagitario, pero enojarse es un lamentable desperdicio de adrenalina, porque son muy pocas las personas capaces de enfurecerse con el Arquero.

La mayoría de los empleados Sagitario no se ruborizan cuando se reconocen sus méritos; les encanta el aplauso. En cambio, es posible que usted se ruborice por ellos, cuando empiezan a jactarse de sus talentos y capacidades.

Uno de los pequeños lunares de Sagitario es su alegre disposición a comprometerse para cualquier cosa -y, literalmente, el cielo es el límite- para después no llegar hasta el final porque el blanco estaba un poco mas lejos de lo que ellos habían calculado.

Los de tipo mas recatado y discreto también tenderán, dentro de su estilo, a abarcar un poco mas de lo que pueden apretar, pero de todas maneras los de ambas clases pueden salir del brete con la frecuencia suficiente como para que uno se quede fascinado.

Son gente sobre la cual parece flotar, vigilante, la buena suerte de Júpiter. Reforzados ya de nacimiento por certeras corazonadas y percepciones impecables que les llevan a conclusiones lógicas, sus aciertos son mas frecuentes que sus errores.

Si a eso le sumamos un poco de la suerte típica del signo, ya verá usted por que es tan frecuente que marchen a la cabeza de la columna.

En ocasiones, la suerte de Sagitario funcionará al revés con algún Arquero que usted tome como empleado.

Alguna de sus torpezas echará por tierra la mejor operación comercial que su empresa estaba a punto de cerrar, pero el día antes de despedirle, usted se enterará de que al presidente de la otra compañía, a quien el insultó y trató de embaucador, le han procesado por vender acciones sin respaldo de capital.

Probablemente, la desatinada torpeza de Sagitario le salvó a usted de un desastre completo.

La falta de sinceridad no es una de sus debilidades, ni el tacto tampoco. Es posible que tenga usted que intervenir para solucionar algunas trifulcas en la oficina, o ayudar a hacer las paces cuando, con su brutal franqueza, Sagitario se compadezca de la calvicie del contable y le proponga un remedio… después que usted se pasó años enteros convenciéndolo al pobre de que tenia la cabeza llena de pelo para tenerle contento, ya que es Leo.

El empleado Sagitario puede sorprenderle con algún colérico estallido cuyo blanco puede ser cualquiera, el ascensorista o usted. (El Arquero no tiene prejuicios.)

Vehemente y justa, su indignación se enciende por lo común cuando alguien se atreve a dudar de la sinceridad de sus intenciones. Sagitario es la encarnación de la integridad, aun cuando para llegar a la verdad pueda tomar por retorcidos atajos.

En cuanto a sus enfados, nunca duran el tiempo suficiente para ser realmente hirientes, de la misma manera que es raro que sus flechas dejen cicatrices; apenas una leve huella.

Cuando aparezca con un maletín cubierto de etiquetas de viaje, le está comunicando sutilmente que se le despertó el espíritu andariego: atienda la insinuación y mándele de viaje, que probablemente lo requiere. Volverá cargado de órdenes de compra y con el corazón aligerado.

Es buen vendedor, pero tal vez tenga usted que enseñarle a refrenar sus entusiasmos. Los Sagitario pueden precipitarse a responder a un desafío, olvidándose de la más elemental cautela.

Pero, por impulsivo que sea, cuando se decide a ponerse a pensar en serio puede derrotar a los pensadores profesionales con sus ideas, que no por resultar un tanto pasmosas dejan de ser completamente lógicas.

Para él, el dinero es importante, porque tiene que mantenerse en el estilo al cual le gustaría llegar a acostumbrarse. Sagitario no suele ser mezquino, de manera que, si usted lo es, tratará de hallar un medio más acogedor.

Extraído del Libro de Linda Goodman, Los Signos del Zodiaco y su Carácter.

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